La
segunda entrevista que realicé a Miguel Ángel Baixauli la quise filmar en los
“escenarios” de Temps d’aigua, en el
Tremolar. Por ello, más que como una entrevista con preguntas claras y
cerradas, la idea era que fluyera de manera más o menos espontánea. Digo esto
porque, en realidad, yo ya había pensado en algunas cuestiones que quería
plantear, pero dependiendo de sus respuestas las fui reorientando.
Aquella
entrevista fue íntegramente filmada por Guillem Cervera. Transcribo y “rescato”
aquí algunos fragmentos:
[Hemos llegado al canal del Tremolar y vamos circulando con el coche por la zona para que Miguel Ángel me enseñe algunos de los lugares que aparecen en la película]
Cristina Fernández Matarrubia: Es
curioso, ahora que veo el lugar en persona me parece todo más pequeño ¿no
debería ser al revés? ¿No lo debería ver más grande?
Miguel Ángel Baixauli: El
espacio en la película está recompuesto, reformulado. Las imágenes
magnifican, parece que amplifican lo real, de alguna manera le restan una
dimensión de profundidad (transforman las tres dimensiones de lo que percibimos
en las dos dimensiones de la pantalla) pero a la vez le añaden otra dimensión,
la imaginaria, es decir, lo que el propio espectador construye y la que se
construye a partir de la manera de relacionarse de las imágenes entre ellas. El
fragmentar un espacio y mostrarlo de esa manera es lo que permite generar en
las “junturas” esa dimensión imaginaria. Al final
decidí articular todo en torno al canal del Tremolar. Ya que en la película la historia,
la narración y el trabajo sobre el tiempo eran un foco de dispersión, la
construcción del espacio quería que fuese lo que la articulara. En ella el
espacio del canal está más asociado a los chicos, y la gente mayor, a los
campos de cultivo y a otras latitudes. Pero la construcción del espacio, la
manera en que está reformulado en la película, es para que parezca mucho más
amplio, da la impresión de que se recorre por tramos.